viernes, 25 de julio de 2014

 
…llora un niño…creo que es el pequeño…a duras penas consigo despegar mis párpados y miro los dígitos borrosos del radiodespertador, las 03:27. Retiro suavemente el edredón y me incorporo en silencio para no despertarla. Permanezco todavía unos segundos sentado al borde de la cama esperando paciente el retorno completo de mi consciencia. Me incorporo y arrastro mis pies por el pasillo hacia la habitación de los niños. El pez Nemo que tenemos en el pasillo como luz de noche, apenas aclara unos tonos la oscuridad nocturna. Cuando me dispongo a abrir la puerta de los niños, noto que algo se mueve al fondo del pasillo, en el salón. Giro la cabeza lentamente y en la oscuridad reinante veo brillar sus ojos y su sonrisa. De repente, noto que el suelo y mi sangre se hiela. Otra vez está ahí. Creo que jamás se marchará y cada vez me siento mas impotente. Pero esta vez no voy a esconderme, suelto el pomo de la puerta y me dirijo hacia el salón decidido. Su sonrisa se agranda mientras me acerco y su silueta terrorífica comienza a dibujarse en la oscuridad. Sus ojos comienzan a elevarse en el aire hasta alcanzar una altura considerable, quizás estuviese sentado y ahora se ha incorporado. Llego hasta la puerta del salón y sin pensarlo dos veces le doy un manotazo al interruptor de la luz…y allí no hay nadie. Al segundo los dos niños comienzan a gritar asustados. Corro hacia la habitación y entro rápidamente.
El mayor me dice entre sollozos que algo le agarró los pies. Los tranquilizo y al rato se vuelven a dormir. Vuelvo a la cama dispuesto a pasar otra noche más en vela.

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