…llora un niño…creo que es el pequeño…a duras penas consigo despegar
mis párpados y miro los dígitos borrosos del radiodespertador, las
03:27. Retiro suavemente el edredón y me incorporo en silencio para no
despertarla. Permanezco todavía unos segundos sentado al borde de la
cama esperando paciente el retorno completo de mi consciencia. Me
incorporo y arrastro mis pies por el pasillo hacia la habitación de los
niños. El pez Nemo que tenemos en el
pasillo como luz de noche, apenas aclara unos tonos la oscuridad
nocturna. Cuando me dispongo a abrir la puerta de los niños, noto que
algo se mueve al fondo del pasillo, en el salón. Giro la cabeza
lentamente y en la oscuridad reinante veo brillar sus ojos y su sonrisa.
De repente, noto que el suelo y mi sangre se hiela. Otra vez está ahí.
Creo que jamás se marchará y cada vez me siento mas impotente. Pero
esta vez no voy a esconderme, suelto el pomo de la puerta y me dirijo
hacia el salón decidido. Su sonrisa se agranda mientras me acerco y su
silueta terrorífica comienza a dibujarse en la oscuridad. Sus ojos
comienzan a elevarse en el aire hasta alcanzar una altura considerable,
quizás estuviese sentado y ahora se ha incorporado. Llego hasta la
puerta del salón y sin pensarlo dos veces le doy un manotazo al
interruptor de la luz…y allí no hay nadie. Al segundo los dos niños
comienzan a gritar asustados. Corro hacia la habitación y entro
rápidamente.
El mayor me
dice entre sollozos que algo le agarró los pies. Los tranquilizo y al
rato se vuelven a dormir. Vuelvo a la cama dispuesto a pasar otra noche
más en vela.
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