miércoles, 27 de agosto de 2014

OSCURIDAD



Autora: Ayla
-Hay algo en el armario…- susurró la niña con voz temblorosa. A través del poco espacio que había entre las puertas, medio abiertas, podía verlo. El reflejo oscuro de un ojo, del color de la sangre, que la observaba fijamente.
Ella tragó saliva. Su primer impulso fue llamar a su madre, pero sabía que solo diría lo mismo de siempre: “Es solo tu imaginación”. Y su padre le diría que madurara de una vez y dejara de tener miedo a la oscuridad. Pero la niña no tenía miedo a la oscuridad, sino a lo que se podía esconder en ella.
Se levantó de la cama de un salto y cerró las puertas del armario tan rápido como pudo. Colocó una silla enfrente de estas y ató los pomos con uno de sus mejores nudos. Suspiró aliviada, pues era inocente y pensaba que una simple silla la mantendría a salvo. Se estiró sobre su lecho, pero no llegó a dormirse.
Era un sonido extraño el que la mantenía despierta. Unos arañazos similares a los que hace una bestia salvaje cuando la encierran. Eran profundos y agudos, como la tiza cuando se aprieta en la pizarra.
Temerosa, miró de reojo a su armario. El sonido se detuvo, y fue substituido por el chirrido de la silla. Se movía lentamente hacía la pared, alejándose de las puertas. Pero nadie la estaba tocando. La cuerda que mantenía cerrado el mueble se desató bajo la fuerza de unas manos que ella no podía ver.
La niña se ocultó debajo de su manta, temblando como nunca antes. Pero aun así, no pudo evitar escuchar como los pomos giraban y las bisagras oxidadas sonaban al abrirse. El sonido inconfundible de unos pasos inundaron la habitación.
Susurros de una lengua desconocida resonaban en sus oídos. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de la joven, que se abrazaba a sí misma intentando controlar los temblores. Por un instante, sintió una mano larga y huesuda apoyada en su espalda. La manta se levantó con una ráfaga de viento, y ella cerró los ojos con todas sus fuerzas.
Sintió una respiración entrecortada tras su nuca, que le hizo recorrer un escalofrío por toda su espalda. Sintió como una voz áspera y ronca le susurraba aquellas palabras que jamás logró olvidar:
-Ahora no vendrás conmigo, pero te estaré esperando. Te vigilaré eternamente, allí donde acaba la luz, pues yo soy la razón de que le temas a la oscuridad.- fue entonces cuando abrió los ojos, aterrada.
Aquel que sabía su más profundo secreto simplemente desapareció de la habitación. Lo único que la niña pudo llegar a ver fue el resplandor de una hoz larga y afilada, manchada en sangre.
FIN

viernes, 25 de julio de 2014

DEMONIOS EN LAS SOMBRAS

 
-¿Por qué me miras de esa manera?-pregunté.
-Miro como y donde me place-contestó la sombra.
Desde que tuve uso de razón, no entendía por qué debía tener una sombra que no sirve para nada. Todo mi cuerpo cumple una función, pero la sombra…
La primera vez que se lo dije a mi madre, miró asombrada y me explicó que era la proyección del cuerpo ante una luz, ya fuese natural o artificial.
-Mamá aquí nunca hay Sol-afirmé.
-¿Qué dices, cielo? Claro que sí-respondió mirándome con expectación.
-No mamá, en el mundo solo hay oscuridad, señores malos-contesté con rotundidad.
Ni que decir tiene el peregrinaje de médicos al que fui sometida hasta dar con una” supuesta “esquizofrenia paranoide.
Durante años estuve recluida en un sanatorio mental, aislada de todo contacto humano, con una pequeña luz que jamás se apagaba. Ya no veía una sombra, eran decenas de ellas, las que me acosaban día y noche.
Cierta madrugada, un grito desgarrador y profundo llegó hasta la mesa de la enfermera de guardia. Junto a dos celadores, abrieron la iluminada habitación y cientos de sombras cayeron sobre ellos devorando sus almas.
Escondida en el cuarto de limpieza, esperé agazapada hasta que cesaron los alaridos y lamentos. Enfundada en una bata, salí por la puerta de emergencia del sanatorio y corrí todo lo que pude, hasta llegar a casa a pocos minutos de allí.
Golpeé la puerta varias veces y al abrirla mi madre se quedó lívida.
-¿Qué haces aquí?-preguntó balbuceando.
-¡Las sombras me persiguen, rápido cierra la puerta!-grité mientras me dirigía hacia el sótano. Mis ojos se acostumbraron enseguida a la oscuridad y pude esconderme en un gran baúl al fondo de la estancia.
Escuché los gritos de mi familia y me tapé los oídos todo lo fuerte que pude mientras temblaba de terror.
Una vez hubieron cesado los gritos y ruidos, salí del sótano y me dirigí al salón, sentándome en el mullido y enorme sofá.
Encendí una pequeña lámpara y me dispuse a ver la televisión.
¿Por qué me miras de esa manera?-pregunté.
-¡Miro como y donde me place!-contestó la sombra con una diabólica y grotesca sonrisa en el rostro.
 
…llora un niño…creo que es el pequeño…a duras penas consigo despegar mis párpados y miro los dígitos borrosos del radiodespertador, las 03:27. Retiro suavemente el edredón y me incorporo en silencio para no despertarla. Permanezco todavía unos segundos sentado al borde de la cama esperando paciente el retorno completo de mi consciencia. Me incorporo y arrastro mis pies por el pasillo hacia la habitación de los niños. El pez Nemo que tenemos en el pasillo como luz de noche, apenas aclara unos tonos la oscuridad nocturna. Cuando me dispongo a abrir la puerta de los niños, noto que algo se mueve al fondo del pasillo, en el salón. Giro la cabeza lentamente y en la oscuridad reinante veo brillar sus ojos y su sonrisa. De repente, noto que el suelo y mi sangre se hiela. Otra vez está ahí. Creo que jamás se marchará y cada vez me siento mas impotente. Pero esta vez no voy a esconderme, suelto el pomo de la puerta y me dirijo hacia el salón decidido. Su sonrisa se agranda mientras me acerco y su silueta terrorífica comienza a dibujarse en la oscuridad. Sus ojos comienzan a elevarse en el aire hasta alcanzar una altura considerable, quizás estuviese sentado y ahora se ha incorporado. Llego hasta la puerta del salón y sin pensarlo dos veces le doy un manotazo al interruptor de la luz…y allí no hay nadie. Al segundo los dos niños comienzan a gritar asustados. Corro hacia la habitación y entro rápidamente.
El mayor me dice entre sollozos que algo le agarró los pies. Los tranquilizo y al rato se vuelven a dormir. Vuelvo a la cama dispuesto a pasar otra noche más en vela.

domingo, 13 de julio de 2014

ENTRE FANTASMAS

Hola, esta experiencia fue hace unos 6 años (tengo 14). Fuimos a E.U. a comprar cosas y mi hermana se compró un traje de bailarina (ella tenía como 4 años), ya que terminamos de comprar nos regresamos a nuestra casa en México pero antes llegamos a casa de mi abuela. Ahí mi hermana se puso a jugar con el traje y yo estaba jugando con el play. Vi que mi hermana se metió al baño a ponerse el traje pero yo tenía ganas de entrar al baño, espere un momento y le di unos cuantos golpes a la puerta para saber si ya termino y abrió la puerta. Salió con su traje pero no dijo nada, entre rápido e hice mis necesidades. Al salir fui con mi abuelo fuera de la casa, y vi a mi hermana con ropa normal entonces le pregunte por que estaba así si ella tenía el traje ese, a lo que ella contesto: “Aun no lo uso.” Y quede petrificado ya que recordé las historias de terror en esa casa, le pregunte a mi abuela y me dijo que su mamá (mi bisabuela) era igual a mi hermana a su edad y ella ya está muerta.

jueves, 12 de junio de 2014

EL SILBÓN (LEYENDA VENEZOLANA)

EL SILBÓN
El Silbón es un personaje legendario de Venezuela especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La leyenda del Silbón habría surgido a mediados del siglo XIX.
Descripción

Se trata, según la leyenda, del fantasma de un joven que asesinó a su padre y lo destripó por haber asesinado a su esposa diciendo que se lo había buscado y que era una "mujerzuela" . Tras este hecho su abuelo mandó a atar al joven a un poste, en el medio del campo, destruirle la espalda a latigazos y lavar sus heridas con aguas ardientes , y liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eternidad.

Tiene un silbido característico que se asemeja a las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota si. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el silbón está lejos, pero si se escucha lejos es porque está muy cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora. Tal parece que si sientes el silbido de lejos lo único que puede salvarte es el ladrido de un perro, ya que parece que es lo único que le aterra. El suele vengarse de los hombres "mujeriegos".
Leyenda

Cuenta la leyenda que El Silbón Muchos son los habitantes de los llanos que cuentan haberlo visto sobre todo en verano, época en que la sabana venezolana arde bajo el rigor de la sequía y El Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos y mujeriegos y a una que otra víctima inocente. Y es que cuentan que a los borrachos les succiona el ombligo para beberse el aguardiente que ellos ingirieron cuando se los encuentra solos por el llano, y que a los mujeriegos los despedaza y les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre.

Algunas versiones dicen que es como un alargado gigante de unos seis metros, que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su infortunado padre; o, según afirman algunos, de sus múltiples víctimas. Otras versiones dicen que, sobre todo a los borrachos, se les presenta como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero.

Existe la creencia de que sus silbidos se suceden unos a otros en ciclos de do, re, mi, fa, sol, la, sí y que se escuchan cercanos cuando no hay peligro y lejanos cuando sí lo hay pues cuanto más lejanos suenan más cerca está. Unos piensan que escuchar su silbido es un presagio de la propia muerte, que puede oírsele en cualquier sitio y hora y que si lo oyes lejos entonces no te queda más salvación que el ladrido de un perro; o, para otros más optimistas, también el ají (un fruto rojo y muy picante que se emplea como condimento) y el látigo.

Cuentan que, en ciertas noches, El Silbón puede aparecerse cerca de una casa, dejando en el suelo el saco y poniéndose a contar los huesos uno a uno. Si una o más personas lo escuchan, no pasará nada; si nadie lo escucha, al amanecer un miembro de la familia nunca despertará.

En los llanos orientales de Colombia, donde le llaman “El Silbador”, creen que es el alma errante de un mujeriego parrandero que murió en soledad, la gente afirma que él busca la compañía de alguien que a esas horas de la noche ose cabalgar. Pero aquella versión amable es una excepción pues, también en Colombia, otros dicen que El Silbador persigue a las embarazadas, que su silbido penetra los oídos e infunde frío y que, si alguien lo escucha en tono agudo, pronostica la muerte de una mujer, mientras que si suena grave pronostica la de un hombre. En cualquier caso, esa mujer u hombres es generalmente alguien conocido por parte de quien ha escuchado el silbido.