domingo, 3 de noviembre de 2013

¿ARAÑAZOS?



• Mi madre me prohíbe hablar sola o siquiera sentarme en la esquina de mi habitación, he aquí la razón. •

Cuando era una pequeña niña, cada tarde le pedía permiso a mi mamá y salía a jugar al pequeño patio que tenia, en este había césped y arboles, eran unos 30 metros cuadrados de puro jardín ya que vivía en una ranchería. Siempre le decía a mi madre que iría con unos "amigos" pero, en realidad yo no era muy social en la primaria.

Normalmente entraba a lo más profundo del jardín, la más alejada de la casa y me sentaba alado de un árbol de manzanas. Para llamar a mis amigos cubría mis ojos con las manos y comenzaba a contar del 1 al 5, cuando retiraba mis amigos ahí estaban, pequeños seres del tamaño de un niño de dos años pero con dientes grandes y orejas extrañas, al igual que su tez era pálida. Jamás les preguntaba su nombre porque no deseaban contármelo, decían que aún no estaba lista. Recuerdo que jugábamos al escondite en la noche o sino a dibujar en los arboles, ya que ellos tenían las uñas largas, siempre que lo hacíamos mis manos sangraban por lo débil que eran mis uñas.

Una noche que jugábamos a dibujar círculos y tachas mis manos sangraron tanto que tenía que lamer la sangre y estas criaturas también lo hicieron, un dolor recorrió mi mano al sentir la mordida de mi "amigo", sus ojos y boca habían cambiado, sus pupilas estaban dilatas y el relleno del ojo era color carmín y su sonrisa, esa sonrisa que jamás pude olvidar, era endemoniada y se relamía dientes. Estaba muy asustada y los ojos comenzaron a lagrimear hasta que grité pidiendo ayuda de mi mami, comencé a correr y correr, lamente estar tan lejos de la luz y de mi casa. Cuando llegue abracé a mi mami y me dijo que a lo mejor había sido un gato pero yo sabía que no era eso. Le decía entre llantos que eran mis "amigos" pero no me creía.

Después de cenar me acurruco en mi cama, con las manos vendadas por las lastimadas, algo extraño fue que me percino y roció agua alrededor de mi cama, en ese tiempo no entendía el porque ya que a mi madre no le gustaba mucho la religión. No tarde mucho en dormirme pero tampoco en levantarme, mis ojos se abrieron al escuchar pequeños quejidos y gruñidos provenientes de lado mío, ahí estaban, tres de mis "amigos" pero mucho más grandes, con brazos largos y garras filosas, me miraban con una sonrisa, quería gritar por ayuda pero la voz no me salía solo podía lloriquear en silencio. Sentí frio y noté que mi sabana había desaparecido, ellos la tenían. En esos momentos no sabía para que la requería pero ahora sé para que, querían que saliera de mi cama. Me hice bolita y abracé mi almohada, rogándole a Dios que me salvara, que era una niña buena pero no funcionaba porque sentía los arañazos de aquellas cosas en mis piernas y brazos. No tarde en dormirme.

Al amanecer mi madre llego y me abrazó al verme en aquel estado, llena de cortadas y temblando por el frío. Me dijo que todo estaría bien. Ese mismo día nos mudamos de casa y de ciudad.

Crecí y ahora estoy en segundo de secundaria y duermo sola. Cada noche duermo bastante bien pero, al amanecer siempre encuentro arañazos en mi espalda, piernas o brazos.

Y ahora sé que mis "amigos", quieren volver a jugar conmigo.